Letras Liberteñas
ABRAHAM ARIAS LARRETA
Blasco Bazán Vera, blascobv@hotmail.com
Abraham Arias Larreta, nació en Santiago de Chuco el 21 de mayo de 1908, hijo de Abraham Arias Peláez y Elena Larreta Garyacochea; hermano del también brillante poeta santiaguino Felipe Fernando Arias Larreta.
Abraham Arias, poeta, escritor, músico, lingüista, docente, es quien, junto al sentir de Luis Valle Goicochea, indica el camino que permite rememorar nuestra infancia. Si bien es cierto, Valle Goicochea a través de su libro “Canciones de Rinono y Papagil” (1932)  se adentra en el alma infantil para sacudir y extraer la inocencia que  encierra, Abraham Arias Larreta a través de su obra “Rayuelo” (1944) se une al sentimiento de Valle y los dos son los forjadores de la poesía infantil en nuestra región.
Abraham Arias Larreta, escudriñó desde muy temprano los sentimientos y expresiones de su pueblo. Salió de él para dirigirse a Lima y graduarse de Profesor en el Instituto Pedagógico Nacional. Se adentró en la problemática social del Perú lo que valió ser desterrado por sus ideales como militante del APRA. Ante todo fue un hombre que ejerció la docencia, cultivó la poesía, la múscica.
Teniendo siempre a su pueblo dentro de sí escribió su primer libro “Las Voces que recogió mi meridiano”, conjunto de poemas de recuerdos y añoranzas. En 1932 sacó a luz “Cuentos Cholos” donde introduce de lustrosa genialidad la palabra “cholo” para algunos despectiva pero para nosotros es palabra cargada de terruño y sabor nacional y en 1937 publica “Estampas Santiaguinas”. Arias Larreta va creciendo en su camino trazado y en 1939 nos entrega “Realidad Lírica Peruana” para tornarse más amplio con su libro “Folklor Nor-Peruano” (1947) que da paso a “La Naturaleza y su expresión Literaria” editada en New York en 1949 y, en 1950, en Boston, EE.UU. da a luz su libro “Inca Literature” para luego lanzar “Literaturas Aborígenes de América” en Kansas City en 1976.
En el campo de la poesía escribió “La Baraja de Cholo” en 1939, “El Hondero de la Laja Encendida” (1939) y ese mismo año editó “Rayuelo” poemario que mereció honrosa atracción y elogio de la intelectualidad americana.
“Rayuelo”, manojo de poemas infantiles, nos descubren la profunda sensibilidad de Arias. El hombre tiene algo de niño, pero Arias es todo un niño en este libro. Sus poemas calan hondamente. Nos hacen ver qué fácil es idear poemas pero que distante y difícil escribirlos con la acentuada calidad con que los plasma. Para hacerlos hay que estar dotados de calma, de pulcritud, de inocencia de espíritu, que al parecer, Arias Larreta las tuvo en demasía. Gabriela Mistral, dijo de este libro, que era necesario  “pasárselo a la infancia como de mano a mano”.
En “Rayuelo”, el alma se enternece al leer los poemas Mami Mamita, Arbolito, El Tren, Potro Alazán, Mañana Domingo, Tori Torito, Sinfonía del Moscón, La Banda, Vacaciones, Yo soy de Aquí, Escuelita, Mocha Alazana, Mi Terruca, Pelota de Trapo, El Pallito Pascual, Balsa Tortuga, Cometa Bicolor, Estampa Mañanera, Florencio León, que son para leerlos y degustarlos en sobremanera y preguntarse ¿Por qué los poemas de Valle y Arias Larreta no han sacudido nuestra infancia para cultivar una hermosa juventud y adultez? Cuánta infamia se comete con estos hombres y sus libros que aún permanecen  ocultos manteniendo el alma sumida en la ignorancia.
En su poema “Mañana Domingo” de su libro Rayuelo, observamos como Abraham Arias Larreta se adentra en el alma del niño que es su alma y nos deleita, nos embelesa, nos sumerge en ese mundo infantil despertando con tenues clarinadas  nuestras fibras que se doblegan ante la ternura que encierra. Y en su poema “Florencio León” del mismo libro, vemos como, lo adulto, se da la mano con la infancia, haciendo brotar un poema que suaviza nuestro espíritu, nos humaniza tan prodigiosamente que el personaje Florencio León que así lo designa el escritor, fácilmente le podemos suplantar por otro nombre amigo que añore nuestra memoria  trayéndonos recuerdos que al final se convierten  en lectura capaz de transformar necedades y soberbias.

Abraham Arias Larreta, quien también cultivó la música compuso “Nuevos Valses Peruanos” y “Marineras y Serranitas” que fueron grabados en Argentina y en los EE.UU. falleció el 24 de octubre de 1980 en los Estados Unidos donde fue profesor de Literatura Americana de la Universidad de Missouri - Kansas City.


Letras Libertñas
LILI ROXANA ARAUJO RUIZ
Blasco Bazán Vera, blascobv@hotmail.com
La escritora Lili Araujo Ruiz, nació en Trujillo, La Libertad, el 8 de junio de 1977. Hija de Francisco Araujo y Agustina Ruiz y con su novela  “La Roca”, engalana y acrecienta el manojo de selectos intelectuales que ostenta nuestra región La Libertad. La presente novela logra captar la atención del lector por la sentida narración de los hechos que contiene que son desarrollados con precisión y armonía durante sus quince capítulos en que está estructurada. Es una novela corta y como tal se adecua fácilmente como señera novela de aprendizaje.
            El argumento de esta novela “La Roca”, trata la historia real de una niña  llamada familiarmente “Roqui” quien sufre y soporta terribles maltratos sin importarle sus resultados con tal, por un  lado, lograr hacer feliz a su madre y por otro, saciar su noble ilusión de alcanzar ser estudiante, es decir, ser una legítima  escolar y para  conseguir dichas ilusiones lucha y soporta con firmeza los azotes  del destino. Los hechos se realizan en el fundo el Huayo de San Alfonso, en Sartimbamba, Huamachuco, donde Roqui y su madre desamparadas por el padre y esposo sufren horribles penurias y desencantos. Esta novela por ser real nos manifiesta ampliamente el sistema de vida de la gente de nuestra serranía donde el maltrato a la mujer, el desamparo a los hijos y el machismo, son el común denominador que prevalecen por falta de educación y cultura. Algunos capítulos nos enfrascan en delirante sosiego que satisface  leerlos por el encanto serrano que contienen pero que repentinamente y como horripilantes hachazos, aparece la carga de la insolencia, del agravio y la humillación. Son estos golpes de la vida los que a hacen que Roqui, a pesar de sus ocho añitos, jure en sus adentros imponerse al fatalismo que la rodea.
            Esta novela es deliciosa porque nos contacta con palabras usadas por el común de de nuestra Serranía. La escritora las implanta con genuina inocencia que nos hacen olvidar las muchas veces delicada palabrita que buscamos para dejarnos entender. Roxana Araujo Ruiz, escribe su novela con la más diáfana naturalidad entregándonos episodios bellos y sorpresivos que traen alegría como la llegada del cordero y la cabrita a la choza donde vivía y que de tanto encariñarse y protegerlas, las amarraba a la pata de su cama para que el pillo zorro no se las vaya a llevar.
            Roqui se admira la destreza de su madre en el hilado, del paisaje del cerro La Muerte, de la astucia de los loros y los zorros. Los quince capítulos, son atrayentes, dolorosos y muy tiernos. La ternura es una de las cualidades en esta novela que abre la compuerta hacia la conquista de valores. Los deslices de la vida, Roqui, los convierte en triunfos porque sufre con hidalguía e inteligencia poniendo todos sus pesares a los pies de Dios en quien encuentra la tabla de salvación. Los sufrimientos que pasa su madre son desterrados por el amor de su hija Roqui. La ilusión de Roqui de querer saber leer se cristaliza al hallar la persona protectora y lo mágico es el bello episodio donde observamos a Roqui, protegida, sin quererlo, por un bello y atrayente joven que al final se trata nada más ni nada menos de un ángel mandado por Dios. Sin duda, la novela de Roxana Araujo Ruiz es tremendamente realista porque retrata la realidad en forma veraz, pues sus personajes vienen inmersos dentro de un barniz netamente sicológico.


Letras Liberteñas
 J. ERIC SÁNCHEZ GONZÁLEZ
Blasco Bazán Vera, blascobv@hotmail.com
Las letras liberteñas tienen la honra de tener hijos que hurgan su arqueología y su historia con el justificado principio de que “pueblo que no rescata su pasado está destinado a perecer”. Entre ellos tenemos a Jaime Deza Rivasplata, los hermanos Herman y Eduardo Silva Pérez, Rafael Ruiz Díaz, César Sifuentes Robles, José Torres Yépez, Octavio Polo Briceño, a los que ahora se suma Jhon Eric Sánchez González, nacido en Guadalupe el 25 de agosto de 1984, hijo de  Eric Sánchez Barrantes y Josefina González Palacios.
            Nuestro ensayista ha escrito el sustancioso libro “Descripción verdadera de un poder Soberano” que trata con amplitud la hermosa leyenda de Paicatnamú y su dinastía. Este libro es un trabajo que muestra con prolijidad el estudio que se ha hecho por saber quién fue el verdadero soberano del Valle Jequetepeque, de dónde vino y en qué circunstancias.
            Eric Sánchez, nos comunica en este interesante libro, con qué nombre se le debe llamar al Valle Jequetepeque y señala la nueva división de las edades de la historia del Perú, así mismo, con decidido aplomo nos hace conocer las cuatro teorías sobre los orígenes de los antiguos moradores del Valle de los Dioses esgrimidas por Antonio de la Calancha, José Torres Yépez, Octavio Polo Briceño y  Jaime Castillo Butters,
            La riqueza de este libro “Descripción verdadera de un poder Soberano”, muestra novísima teoría que esgrime Eric Sánchez González respecto a la Leyenda de Paicatnamú, el origen de la Cultura Pacaetzmein y la real llegada de Paicatnamú al valle de los Dioses.
            Eric Sánchez González, para hacer más notoria su personalidad, usa el seudónimo Iyari y con genuina responsabilidad define al Valle de los Dioses de nuestro Pacasmayo, como el lugar donde más dioses se han adorado en la edad antigua y porque ha sido desde esos tiempos, hasta ahora, el oráculo religioso más importante del continente andino.
            Apasionante es el estudio que hace sobre la Leyenda de Paicatnamú preguntándose y respondiéndose respecto a cómo llegaron los primeros pobladores al Valle de los Dioses, qué trajo a Paicatnamú y su gente, cómo fue la conquista del valle, cómo se fundó la ciudad de Paicatnamú, quiénes fueron sus descendientes y qué hicieron durante su reinado. Sánchez Gonzáles también  nos habla de los ritos y costumbres de los Paicatnamú.
            Este libro debe estar en todos los colegios de la Región La Libertad pues el aporte que hace Eric Sánchez González es importantísimo, como importantes son sus otros libros “Monografía Geográfica y Arqueológica del Distrito de Guadalupe” y “Tras las huellas de Pakatnamú”. Su pasión por la Arqueología lo ha llevado a fundar en Guadalupe la institución “Museo de Historia y Arqueología en el Valle de los Dioses” que agrupa a Jonathan Mendoza Cayo, Marili Alva Ruiz, Denisse Vílchez Vargas, Carlos Banda Ascoy y Raúl Rojas Solano.

Letras Liberteñas
OSCAR IMAÑA SANCHEZ
Escribe: Blasco Bazán Vera

Oscar Imaña, nació en Hualgayoc, Cajamarca,  el 19 de setiembre de 1893. Miembro del grupo “Norte”, sus poemas han permanecido inéditos hasta el 2012 en que aparecen en el poemario “Las manos invisibles y otros poemas”, que la Fundación “Marco Antonio Corcuera”, con apoyo de la Universidad Antenor Orrego que rectora Víctor R. Lozano Ibáñez, publica el amical ofrecimiento que Marco Antonio Corcuera hiciera a Imaña, cuando ambos estuvieron con vida.
El 25 de abril de 1915 los diarios de Trujillo anunciaron que los Juegos Florales convocado a concurso por la Universidad de Trujillo habían sido ganados por el joven Oscar Augusto Imaña Sánchez con su composición “Canto a la Primavera”, haciéndose acreedor a la “Flor Natural” que otorgaba la Universidad. El jurado estuvo conformado por Eleazar Boloña Dañino, Enrique de Guimaraes Gerviso, Santiago Uceda Meza, Ricardo Rivadeneyra Barnuevo  y Alejando Cerna Rebaza. “Canto a la Primavera” consta de 20 estrofas de 6 versos alejandrinos, pero más antes y en reunión donde estuvo el mismo César Vallejo recitó, Imaña dio a conocer su hermoso poema “Las alas del cansancio” que dice:
 “Qué cansancio tengo tras el viaje largo.../ Vengo de tan lejos que ya no recuerdo.../ La senda es abrupta y el potro es muy lerdo/ Para este balumbo de ensueños que cargo. //  Los días que paso dejan un amargo/ Desaliento en mi alma... Dicen que no es cuerdo/ Ir sin fe, por esta ruta en que me pierdo.../ ¡Qué cansancio tengo tras el viaje largo!// Sigamos, no obstante, la vida es tan corta…/ ¿Erramos senderos? Sigamos... ¡No importa! / ¡Si es hostil, no es tiempo de abismarse en otro!/ Sigamos con este balumbo que pesa/ Y, acaso miremos, ebrios de sorpresa/ Desplegar sus alas de cóndor al potro”.
Oscar Imaña, fue integérrimo magistrado de la Corte de Justicia de Cajamarca, Profesor del colegio nacional San José de Chiclayo en 1920, cultivó una íntima amistad con César Vallejo y ambos vivieron no sólo inquietudes artísticas afines, sino que compartieron fraternalmente preocupaciones familiares y personales. Gran amigo de Nicanor de la Fuente (Nixa) y de Julio Galarreta Gonzáles quien ubica a Imaña dentro de la Promoción Juvenil de Trujillo y lo deposita entre la postrimería modernista, promoción colónida, y la estridencia del vanguardismo de la post-guerra, generación influida por el soplo mágico de Rubén Darío.
Así mismo, el 10 de junio de 1917, la noche que Macedonio de la Torre ofreció una fiesta en su casa, Imaña tomó parte activa en esa velada al lado de César Vallejo, Alcides Spelucín y el músico Carlos Valderrama Herrera y, el 23 de junio de ese año cuando se iniciaron los “Sábados Literarios” promovidos por el diario “La Reforma”, Imaña fue uno de los fundadores junto a Vallejo, Spelucín, Juan Espejo, Carmen Rosa Rivadeneyra, Felipe Alvay Alva, Federico Esquerre, Francisco Sandoval, Eloy Espinoza Cárdenas y Antenor Orrego Espinoza quien se tornó en el pilar de esta actividad literaria.
Imaña, cultivó amistad con al poeta Huancaíno Juan Parra del Riego quien definió a Vallejo e Imaña como los únicos poetas representativos de aquel Grupo. Oscar Imaña en sus últimos años vivió en Cajamarca, ejerció la jurisprudencia y vivió en la calle Juan Villanueva a unos pasos del Ex asilo, donde solía deslizarse hasta el jirón Amalia Puga y beber y recordar con sus amigos los tiempos idos, falleció en Lima el año 1968



Letras Liberteñas
ROBERTO RAMOS DE ROSAS
Blasco Bazán Vera, blascobv@hotmail.com

Esta vez rescatamos al poeta y pintor Roberto Ramos de Rosas Desposorio, quien nació en Virú, La Libertad, el 07 de junio de 1935. Hijo de Isidro Ramos de Rosas Montejo y doña Paula Desposorio Pulido.        
Sin duda alguna, esta vez nos hallamos frente a un creador de poesía sencillamente linda, extraordinariamente llamativa y verdaderamente bien labrada. Si una poesía es aquella que al leerla, remece nuestros sentimientos, pues, eso es lo que puede sucederle a cualesquier buen lector que tenga en manos el libro “Poesía campesina a Virú”, donde Ramos de Rosas, con la calidad impuesta y desparramada en cada uno sus poemas, gratamente nos deslumbra en demasía.
 “Poesía campesina a Virú”, viene estructurado en cuatro partes: Poemas, Dos poemas a mi madre, Poemas de amor y Sonetos, que en conjunto suman ciento catorce poemas donde la mayoría son extensos guardando cada uno se magnífico mensaje
La sencillez que arreboza a Roberto Ramos lo lleva decir que él, no es gran poeta ni tiene la suerte de serlo porque apenas es un hombre emotivo y curioso que se atreve a coger la pluma, quehacer que corresponde a los seres virtuoso que nacieron con talento, mas, esa auto apreciación, se desvanece, cae ante el peso de la sencillez, al mostrar cada uno de su poemas la finura necesaria donde destaca la musicalidad y el ritmo que se les ha impuesto.
Cada poema de Roberto Ramos de Rosas, viene vestido y  llamando la atención por la belleza que  porta. Hace mucho tiempo que no hemos tenido entre manos una poesía tierna, bella, franca, que despierta admiración por la excelente forma con que se le ha creado. El campo, la naturaleza, las luces del alba, el canto de las aves, el susurro de los arroyos, el perfume de las flores, costumbres y rústicos quehaceres, son tomados como insumos para decirle al mundo que está frente a un hombre que sabe hacer poesía.
Lo que decimos, sintámoslo en el poema “Mi Infancia”, pág. 46:
“Quien tuviera una infancia como la infancia mía,/ mi infancia fue un risueño y eterno despertar;/ todo me ocasionaba mil imaginaciones,/ creía haber llegado de un astro sideral.// Mi madre cada día en su máquina cocía/ mi padre en su caballo nos conseguía el pan/ y yo me entretenía viendo volar las aves/ y escuchando sus trinos aprendí a cantar// Para mí fue mi casa una jaula de mimbres/ en el corral mi madre sembró un bello jardín/ y bajo de una higuera colgamos una hamaca/ donde con mis hermanos a diario me mecí// De tantas emociones se desbordó mi pecho/  una explosión de risa brotó en mi corazón/ y esa llama divina perduró en mo conciencia/ y a pesar de los años ya nunca se extinguió”.
Roberto Ramos de Rosas Desposorio despoja a sus versos de adornos literarios y nos los ofrece colmados de claridad y corrección, llenos de sentimiento creativo y cual heraldos que han cogido su lira para tranquilizar almas, remendar grietas de un corazón atormentado, acercan al hombre a que comprenda que el amor es el más bello manojo de emociones de como puede amar al mundo con la más grata excelsitud.
Roberto Ramos de Rosas. Además de poeta, es pintor, escultor y músico y que ahora lo rescatamos del olvido para alegría de todos los amantes del arte literario.


Libro: "LOS ZAPATOS DE CORDOBÁN" DE LUIS VALLE GOICOCHEA

Presentación del libro a cargo de Blasco Bazán Vera

Señoras y señores:

Esta noche, las letras de la Región La Libertad cobran vuelo inconmensurable de felicidad pues hemos sido convocados para escuchar los sentimientos escritos por uno de sus hijos de gran raigambre literaria como es el escritor Luis Valle Goicochea.Muchos de los aquí presente nunca o muy poco habrán escuchado hablar de Luis Valle Goicochea, entonces, esta noche, no hay que desperdiciarla a fin de que logremos instalar a Luis Valle, de una vez por todas, en nuestra memoria y para siempre.

Las letras liberteñas no son nada sin la presencia de Luis Valle Goicochea. Su ausencia motivaría seguir manteniéndonos dentro de un derrotero cojo como actualmente está por causa del gran desconocimiento que sobre la obra literaria de Luis Valle se tiene.Los estudiosos de la literatura peruana solo se han contentado con barnizar sus páginas literarias llenándolas con escasas referencias sobre Valle. Nadie se ha percatado de la gran valía espiritual y literaria que posee. La mayoría de sus críticos sitúan a Valle como el poeta de los niños sin comprender que el estro literario de Valle, va más allá de esa simplísima apreciación. Estos sólo se han contentado en brindar comentarios espurios y subalternos extensos pero no profundos, esplendorosos pero fugaces… la genialidad de Valle Goicochea urgentemente espera ser entendida en toda su dimensión.

Este libro LOS ZAPATOS DE CORDOBAN, título preciso para el ingenio de Valle, aparece después que nuestro escritor publicara sus poemarios “Las canciones de Rinono y Papagil”, “El sábado y la casa”, “La elegía tremenda”, “Parva” que aparecieron antes del título del libro que esta noche nos ha convocado. Es decir, este libro “Los zapatos de cordobán” se convierte en el primer libro escrito en prosa por Luis Valle Goicochea.

En este libro “Los zapatos de Cordobán”, observamos dos secciones bien marcadas y tremendamente diferenciadas que permite reconocer la diligente labor de sus editores señores Luis Valle Cisneros, sobrino del ilustre autor y Chrystian Zegarra, docente en Colgate University (Hamilton, Nueva York).

La primera parte llamada: “Escritos Narrativos”, incluye ocho cuentos donde sobresale el titulado “Los zapatos de cordobán” y la segunda parte es la llamada “Otros escritos en prosa”, que reúne a cuatro escritos colmados de tremulante expectativa.

En la primera parte, aparece Luis Valle Goicochea, el 8 de diciembre de 1928, a los 20 años edad y ya en Trujillo, cuando el diario La Industria de nuestra ciudad le publica su cuento titulado “Alharaca”, narración sencilla y breve donde Valle imaginando ser de coleccionista de pomos y sintiéndose químico encierra un trozo de carne en uno de esos pomos, lo llena de agua, lo atiborra de sal, produciendo luego un incidente familiar cuando su madre indagando por saber quién era el autor de semejante desatino y Valle sabiendo que él era, guardó silencio sepulcral pero sin poder evitar la reprimenda que cayó sobre su primo severamente amonestado por la madre del travieso Luis.

Al año siguiente, es decir el 24 de febrero de 1929, La Industria le publica su cuento titulado “Presentimiento” donde Valle se desdobla, es decir, hay un Valle que escribe y un Valle que contesta. Son dos personas distintas pero un solo creador verdadero. Este cuento es importante porque, quiérase o no, es el que ocultamente señala el estado emocional de Valle que cual agorero, presiente a través de llamados misteriosos lo que años más tarde le sucedería en la realidad.

El 30 de octubre del mismo año, el diario La Industria le publica el cuento titulado “José Melitón” que narra la historia de un hombre víctima de la miseria y del hambre, que derrochó sin cuenta ni medida las riquezas materiales que acumuló.

En año 1930, el 19 de enero, La Industria le publica el cuento titulado “Venganza” que narra los líos entre la bruja Victoria, la comadre Juana y doña Asunción, residente en el pueblo de La soledad de Pataz quien se venga de doña Victoria sin saber que no fue ella la que mató a su ganado y su pastora sino la furia de un rayo; luego el año 1938, cuando Valle contaba con 30 años de edad, aparece el cuento “Los zapatos de Cordobán” dedicado al literato limeño Luis Alberto Sánchez, donde Valle, inexperto ajustador, se da cuenta de esta deficiencia por lo que le advierte a Luis Alberto anotando en la primera página de uno de los ejemplares: “Súplica: el autor ruega disculpar las deficiencias de la encuadernación de este libreto, por haberla consumado él, de manos inexpertas en este arte”. Este es cuento, que da título al libro que ahora presentamos y es el más largo de todos los cuentos que Valle ha publicado.

En este cuento, Luis Valle Goicochea, como buen cuentista, no se rellena de sucesos por lo que su lectura se hace irresistible y amena. El título es llamativo porque aparentemente la palabra Cordobán incita a la desconcertación, pero no es así, pues el diccionario nos aclara diciéndonos que cordobán es la piel de macho cabrío o de cabra curtida.

“Los zapatos de Cordobán” de Valle Goicochea, es un buen cuento porque es fino y personal, exento de manchas de conciencia. El tema de este cuento, es la férrea decisión de un niño (que es el mismo Valle) de querer hacer zapatos de cordobán, decisión que nació el día que el niño Luis Valle vio que su madre ordenaba a su empleado le trajera el cordobán y la suela. Este los trajo y los dejó caer a los pies de su patrona quien tenía cerca un viejo zapatero, fornido y barbirrubio, obrero sin material el mismo que sacando del bolsillo una filuda chaveta la paseó sobre el retazo de cordobán y de la suela cortándolas a la vez que recibía la orden de la madre del niño Luis le confeccione dos pares de zapatitos para sus menores hijas.

Los episodios que se desarrollan en este hermosos cuento son de violenta y atrayente lectura porque logran atrapar nuestra atención que sentimos ser influida por una gran cantidad de nociones, sentimientos y hasta ideas que flotan virtualmente en nuestra memoria o en nuestra sensibilidad. Los personajes son movidos con impresionable maestría. Luis Valle Goicochea escribe con suma claridad. Sus pensamientos son expresados con tono llano y de confianza en relación a las personas a quienes se dirige; podríamos decir, es un estilo amical donde sus personajes logran dar y tener vida en toda lo que narra. Da la impresión que el presente cuento es una narración circular pues la técnica del cual se vale termina en el mismo lugar, con los mismos personajes y con la misma determinación, es decir, la determinación de un niño quien de todas maneras desea ser un buen zapatero.

La segunda parte de este libro se refiere a los momentos más personales e íntimos de la vida particular de nuestro escritor. Ellos demuestran la cotidiana existencia que llevó cuando se acercaba, sin él saberlo, el cumplimiento de su voto terrenal. Esta segunda parte es tan lacerante y tan hermosa porque es educativa y admirable. Es la parte más humana de Luis Valle Goicochea. Es la que nos enseña a soportar la vida con entereza y saber ocultar nuestras deficiencias con dignidad. Notamos a un Luis Valle acosado por los vaivenes de la vida, los acosos del mundo y la carga de su personalidad herencial. Todo este vendaval lo soportó con suma dignidad y si ahora nos los muestra es porque así se le sugirieron escribirla a fin de recuperar su quebrantada salud. Valle, en ninguno de sus poemas, que son todos bellos y llamativos, en ninguna de sus narraciones, que son lo mismo, las tiño con sus tribulaciones personales, consciente de que el escritor, el poeta, el hombre que hace cultura, debe ser un diáfano soldado cuyas armas siempre disparen perdigones de bien. ¡Eh allí el valor de este gran poeta que no se dejó domesticar por los azotes de la vida!

Leer esta segunda parte es sumergirse en sus dolores para salir cargado de valores. Sus problemas nos los presenta cual quejidos del alma. Cuánto ha sufrido este hombre que nos ha dejado escritos donde cada uno de ellos ha sido cuidado con devoción de sabio a fin de que caminen alumbrando y dando vida por donde vayan. Por eso, la segunda parte de este libro es sumamente humana porque es la parte más digna, no literaria, digna digo, porque en ella se dan todas las virtudes que aceran al hombre y borran la sombra, porque pregonan que donde la dignidad falta no existe el sentimiento de honor. Luis Valle Goicochea, como buen escritor no quiso ser esclavo de dolencias personales, supo ocultarlas con la solvencia del ilustrado y por eso todo lo que escribió lo hizo con la vehemencia del hombre libre.

Lean, esta segunda parte y admírense como yo preguntándose ¿Cómo ha podido escribir con tanta lucidez un hombre que sufrió tanto?... y nos responderemos: porque Valle era todo un poeta que comprendió que la mediocridad intelectual hace al hombre indeciso y obtuso.

Pero, había manifestado que los críticos de Valle lo sitúan como el poeta de los niños y definen que Valle es importante porque su poesía es una poesía infantil. Craso error. Quienes lean la poesía de Valle comprenderán en dimensión tal como se comprende el mensaje de Cristo cuando dice “Dejad que los niños vengan a mí” y sería insensato definir por estas palabras de que Cristo hablaba infantilmente sin comprender que esas deliciosas palabras salían colmadas de ingenua gracia y de candorosa sencillez. Este bello episodio bíblico fue inmortalizado por el genial Rafael de Sancio Urbino y no por eso llegaríamos a definir al gran Rafael como el pintor de los niños, por lo tanto, Valle Goicochea escribió como dulce amigo de los niños, y no sólo de los niños de edad, sino también de aquellos que, aun cargados de años, conservan la infancia espiritual porque tienen a Cristo en su corazón. Ese es Valle el poeta, el el corazón que se prodiga hacia otros con la única finalidad de amar y hacen sentir que el amor lo puede todo. Por eso es grande, porque su poesía sublimiza los corazones atormentados porque amó y escribió con inocencia y desmedida genialidad.

Luis Valle Goicochea, nació en el distrito La Soledad. Provincia de Pataz, el 02 de noviembre de 1908 y es uno de los poetas poco conocidos por la honda sensibilidad con que supo mirar la vida. Muy joven, ingresó al Seminario San Carlos y San Marcelo de Trujillo para seguir la orden sacerdotal, carrera que prontamente abandona para luego ser redactor del diario “La Industria” de Trujillo que, paralelo a sus dotes poéticas incursiona en el cuento apareciendo uno de ellos en la Revista Variedades que dirigía Clemente Palma, hijo de don Ricardo Palma.

En 1932, Valle, publica su primer libro “Las Canciones de Rinono y Papagil” con una portada hecha por Camilo Blas con prólogo de Enrique Barrenechea. Este poemario es un canto a la sencillez, un saludo a la gracia, un volver del cosmos a la tierra y contemplar la belleza que sus criaturas encierran. Es un libro exento de hipocresías. Nada de falsas imágenes ni cantos enrevesados. Es un poemario pletórico de espontaneidad y juventud.

En 1943, Valle Goicochea, compartió, en el convento San Francisco del Cuzco, amistad y estudios con el famoso José Mojica, mejicano quien abandonó la vida mundana para seguir a Cristo. A Valle como a Mojica se les dispensó del estudio de la Filosofía debido a la preparación cultural y universitaria que poseían. Mojica era ingeniero agrónomo y Veterinario, pintor, músico. Luis Valle había estudiado letras en la Universidad de San Marcos y su composición “San Francisco y Don Quijote” deslumbró al Superior del Convento Monseñor Federico Ritcher Fernández Prada. Años más tarde, Luis Valle se retiró de la Orden, por ocultos designios de Dios.

Apreciemos la sencillez de Valle en el poema “Romance de Papagil” de su libro “Las Canciones de Rinono y Papagil” cuando escribe:

Rinono canta de nuevo

para que te siga la rarra,

vuelan flores y gallitos/

de papel por la mañana.

Papagil está esperando

en la puerta de la casa

y en la espera se le vuelve

flor, espuma, nube, el alma.

Papagil arrugadito

en la puerta de la casa,

y son sus ochenta años

ochenta hormiguitas blancas.

El aire se vuelve azahar

boda azul de las naranjas

la luna será esta noche

una mariposa blanca.

La mariposa una estrella

y la estrella una manzana,

y la manzana Rinono

en la mano de la rarra.

Por saberlo Papagil

está donde la alborada

sentadito en una esfera

a la puerta de su casa.

Y cuando el cura y demás

vecinos dicen ¿Qué pasa?

Papagil pone a sus labios

un candadito de plata”.

En su libro a “El Sábado y la Casa” donde el dolor toca a su alma, vemos a un Valle dispuesto a dar sus primeros alaridos. La nostalgia lo invade y le hace brotar versos de dolorosa realidad. Luego publica “La Elegía Tremenda”, “Parva”, “Paz en la Tierra”. En su poemario “Miss Lucy King y su poema”, relata una aventura con una extraña mujer en un país extraño. El ensayo dramático “Jovita y siete solios”, trata sobre la vida de San Francisco y que se publicó en Arequipa en 1946 y su libro “Marianita Coronel”, ya muerto nuestro poeta, fue publicado por el Dr. Aurelio Miró Quezada, Director del “El Comercio” como un gesto de afecto al poeta y amigo.

Usó el seudónimo Carlos Bernabé. El alcohol hizo presa de su persona y sus amigos fueron muchas veces a buscarlo en lugares menos inesperados, episodios que los podemos leer con atenta fruición en las páginas de este libro que lo hacen más grande y más consideraddo hasta llegar a aquella mañana del 13 de agosto de 1953, donde torpemente lo arrolló un carro y ni en el hospital donde se le llevó, ni en la morgue donde hubo que rescatarlo, sospecharon que ese frágil hombre accidentado y ya muerto, era del genial poeta patacino Luis Valle Goicochea, el mismo que había escrito tantas páginas preñadas de inmensa ternura.


Letras Liberteñas

ROGER VALDIVIEZO PAREDES

Blasco Bazán Vera, blascobv@hotmail.com

El escritor Roger Valdiviezo Paredes nació en Cartavio, Prov. de Ascope, el 11 de febrero de 1951. Hijo de Encarnación Valdiviezo y Francisca Paredes. Su amor a las letras lo ha llevado a publicar su novela “Los días de los cuarteles quemados”.

La importancia que ofrece esta novela, es que es muy atractiva, porque la mayoría de los personajes están tan bien movidos, que atrapan poderosamente al lector por causa de la bien hilvanada trama a que han sido sometidos. Sus acciones son narradas con elevada precisión que permiten gozar de sus hazañas, sumergirse en ellas, conviertiendo al héroe de la novela en una criatura sobrenatural que verdaderamente subyuga.

Todos los protagonistas que intervienen en esta novela, hablan, sienten y reaccionan, dentro de un escenario conocido por el autor como son Cartavio, Santiago de Cao, Casa Grande y el río Chicama que los riega, quienes surgen latentes y señeros haciendo mucho más llamativa la importancia novelística que encierra.

Nuestro escritor presenta los acontecimientos en el tiempo en que ocurrieron. Con amplia libertad usa frases aparentemente fuertes que luego se suavizan por la ubicación y la adecuación exacta con que las estaciona al describir los hechos

“Los días de los cuarteles quemados”, está escrita en nueve capítulos, ofreciendo la suficiente dosis de desarrollo literario, graneado y ameno. Cada uno tiene el valor de exhibir acciones que alcanzan dimensiones de asombro por la atracción que portan. Nuestro escritor, con elevada habilidad literaria, lleva a Julio Pascual Blas Baca, uno de los personajes de esta novela, lo ubica en la bocana del río Chicama donde lo esperaba don Cristóbal Valdez Pérez, personaje principal de la misma, quien, por encargo familiar, le narra las saltantes historias contenidas en esta novela.

Cada capítulo es importante porque no inutiliza la atención de lector. El título de la obra se refiere a los cuarteles quemados que no es sino el desnudar las cañas de sus hojas cortantes y efervescentes para luego llevarlas al trapiche para ser estrujadas y sacarles el dulce que contienen. Esta novela narra la jerarquía en que estaban distribuidos los trabajadores de la poderosa hacienda Cartavio, de la figura del líder sindical Manuel Arévalo, de don Nicolás Pérez y sus brillantes responsos en latín con que enterraba a un muerto, de las hermanas embarazadas por un prestigioso militar, de las pistolas escondidas que inducen a desmantelar un escabroso misterio, el sueño de Constantino Valdés por llegar a ser un competente sastre, de las aventuras de Paloma Baca, de la revolución aprista de 1932. Es decir, se describen tantos sucesos que bien vale clasificarla dentro de las novelas históricas porque los principales personajes o los hechos que sirven de asunto, son tomados de la historia, con alteraciones más o menos insignificantes, creados por la imaginación de nuestro novelista Roger Valdiviezo.

Las múltiples aventuras que contiene esta novela, permite no perder de vista la acción de sus personajes. Nuestro escritor, cual hábil alfarero, a cada una le adosa el exacto papel que debe desempeñar donde no falta la presencia del ser inanimado como la piedra cósmica hallada en la hacienda Casa Grande a quien se le atribuye poderes sobrenaturales. Roger Valdiviezo Paredes, médico cirujano de profesión, con su novela, ensancha con altruismo el número de escritores de nuestra Región La Libertad.


Letras Liberteñas

CESAR SIFUENTES ROBLES

Blasco Bazán Vera, blascobv@hotmail.com

Esta vez rescatamos al escritor César Sifuentes Robles, nacido en Moche, Trujillo, el 31 de agosto de 1952. Hijo de Bernabé Sifuentes Paz y Agustina Robles Jara, quien ha publicado el libro: “El Encuentro de la sacerdotisa de Moro con el gran señor Moche”, libro que relata la visita de la misteriosa y mágica sacerdotisa reina de las Huacas de Moro y de Chepén, trayendo cosechas y regalos al imponente rey de los Moche y señor de las huacas del Sol, la Luna y la Estrella. Esta visita o encuentro como lo llama Sifuentes, describe paisajes y lugares que hasta la fecha existen en la campiña del pueblo de Moche.

El libro está estructurado en siete capítulos debidamente focalizados que llevan al lector a comprender con exactitud el desarrollo e importancia de cada uno de ellos. Desde el primer capítulo “La travesía”, luego “El encuentro”, “Río Moche, mudo testigo”, “Ofrenda de los dioses”, “Amor, desgracia”, “Lucha a muerte”” y finalmente “Siete años después”, enfrascan a quien los lea en una sabrosa lectura que muy bien propende a acentuar la identidad regional.

“El Encuentro de la sacerdotisa de Moro con el gran señor Moche”, es una leyenda Mochica que se desarrolla en el antiguo valle de Conache, que abarcaba a Moche, Laredo, Trujillo, Huamán y Salaverryy que relata admirablemente los valores practicados por los mochicas dirigidos por el gran señor Chiputur, de la belleza de las princesas mochicas Iñikuk y Chumir que se prendan del corajudo Chiqen, príncipe de Moro, hijo de la sacerdotisa, quien se inclina por la princesa Chumir entregada de antemano para ser esposa del joven Mochape, heredero del imperio Moche. Este episodio amoroso dio lugar al cruento enfrentamiento entre ambos príncipes dando lugar a la muerte del príncipe Chiken a la sentida soledad de su amada Chumir y a la desgarradora aceptación de su adivina madre, la sacerdotisa de Moro.

El relato que nos ofrece César Sifuentes Robles, es sumamente diáfano. Con estilo sencillo nos cautiva con su relato histórico sumamente imaginativo, mezclado de historias fantásticas que desembocan en una hermosa leyenda a quien la titula “El Encuentro de la sacerdotisa de Moro con el gran señor Moche”, relato que asume el papel de tradición popular, porque se transforma en leyenda, que nos transmite tradicionalmente sucesos acaecidos en los pueblos de Moche y Chepén.

Los siete capítulos son narrados con suma exquisitez, ninguno pierde interés, están literariamente confeccionados para aprisionarnos, pues los lugares, circunstancias y personajes que intervienen, son movidos con gracia histórica. César Sifuentes Robles, permite que los diálogos que aparecen en su narración sean leídos con amenidad. Es decir, su libro está destinado a fortalecer la conciencia local pues ha rescatado un hecho desconocido para recrearlo con sólida unción literaria.

Además, Sifuentes Robles, en este libro “El Encuentro de la sacerdotisa de Moro con el gran señor Moche”, tiene la acertada cualidad de ofrecernos un sesudo vocabulario que no permite que nos perdamos en la tantas palabras mochicas que aparecen a través del relato, las mismas que son esclarecidas en su real significado. Hace tiempo que no habíamos leído un libro tan encantador cuya lectura se hace obligatorio en todos los estudiantes de nuestra región La Libertad.


Letras Liberteñas

VÍCTOR SAGÁSTEGUI ALVA

Blasco Bazán Vera, Blascobv@hotmail.com

Nació en Cascas, Prov. de Gran Chimú, La Libertad, en 1959. Ha estudiado para ser sacerdote y tiene una licencia en Lenguaje, Literatura y Comunicaciones. Ha trabajado como profesor Chimbote. Su primera novela, “Aroma”, está ambientada en un pueblo de los Andes, donde Eduardo es un adolescente, hijo de policía, recién egresado de la secundaria con todos los honores, decide viajar de la costa a un lejano pueblo de la cordillera de los Andes, en busca de su identidad personal a través del vínculo maternal roto por los vaivenes de un machismo enraizado en su cultura. Al regresar a destiempo a la capital para postular a la Escuela de Oficiales, encontrará a su padre en actitud distinta. Pues, éste pretendía hacer de él, un general para que se hiciese con las riendas del país. Hecho que cambiará el rumbo de la historia de Eduardo. El planteamiento psicológico logra introducirnos magistralmente en la atmósfera de los acontecimientos que se ubican en la ciudad y en el ande, en el pasado y en el presente; bordoneada por la indescriptible belleza de los parajes andinos.

Para Víctor Sagástegui Alva, el año 1993, es de triste recuerdo, pues, a los dieciocho meses del autogolpe del presidente Alberto Fujimori, fue acusado de ser un alto mando del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), y de haber participado en un comando que secuestró y ejecutó a un acaudalado empresario de ascendencia japonesa, amigo del presidente Fujimori. Víctor Sagástegui Alva fue recluido en el penal de Máxima seguridad de "Miguel Castro Castro". Luego de más de dos años de prisión fue absuelto. De un breve intervalo libre, nuevamente fue requisitoriado por otro tribunal por actos de terrorismo del cual fue también absuelto.

Entonces, nuestro escritor, se refugió en Francia y ahí escribe su segunda novela, autobiográfica, titulada “Cuando Cayó la Noche”, vinculada al período de gobierno de Alberto Fujimori (1990-2000), quien usó como doctrina la lucha contra la subversión, el narcotráfico y la corrupción.

En 2000 el Perú entró en una profunda crisis política y social que ocasionó la salida clandestina de Fujimori del país para refugiarse en el país de sus ancestros, Japón. El estado peruano solicitó a las autoridades niponas entregue al ex presidente Alberto Fujimori para que responda a las imputaciones por el delito de lesiones graves. El Japón no se manifestó. El Perú recurrió a la instancia internacional. En noviembre de 2005, Alberto Fujimori llegó sorpresivamente a Santiago de Chile en un jet privado con el propósito de iniciar desde allí su pretendida campaña para las próximas elecciones presidenciales de 2006 en el Perú.

Las autoridades judiciales chilenas ordenaron su arresto con fines de extradición. En la novela “Cuando Cayó la Noche”, el personaje principal es Adrián, que no es sino el mismo Víctor Sagástegui Alva, quien narra las dificultades que sufrió como acusado y condenado a cadena perpetua por actos de terrorismo durante tiempo de dictadura.

El autor sin perder el hilo de esta extraordinaria historia nos arrastra hasta el estremecimiento, mezclando el deseo de vivir, el ansia de libertad y el asedio del amor para sobrevivir en aquel mundo de encierro y exterminio, logrando sumergirnos en la realidad social del Perú de las dos últimas décadas, marcada por la violencia política.

Víctor Sagástegui Alva, apela con pertinencia datos fidedignos, sucesos verificables, y a personas e instituciones existentes, lo que ha hecho que la novela “Cuando cayó la noche” se convierta en un hito literario actual para la comprensión de la verdad sobre lo que pasó en el Perú de fines de siglo veinte. Radica actualmente en Francia.